‘BLADE RUNNER 2049’, MIS MUJERES ME GUSTAN COMO MI ORDENADOR

Hay una escena en la película en la que K camina solo, destrozado física y ‘mentalmente’, y pasa por delante de un anuncio holográfico gigante de Joi, la sirviente virtual.

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La escena —una vez conseguimos cerrar la mandíbula y desconectar del flipe visual unos segundos—, se nota forzada, sobrante, metida con calzador. No era necesaria. Lo que explica ese momento es redundante porque ya sabemos cómo se siente K, ya sabemos qué funciones tiene Joi y la relación que une ambos personajes. ¿Entonces? Ah. Ana de Armas sale desnuda.

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‘To the Wonder’, soy un experimento de mí misma

Hola, Marina. Estoy bien.

Escribo esto porque esta mañana, al despertar, he corrido las cortinas y he visto algo que me recordó nuestra vida juntos. ¿Recuerdas el melocotonero que plantamos en el jardín trasero, hace ya tanto? Desde entonces me he mudado dos o tres veces, pero siempre me he llevado el árbol conmigo. Cuando vine aquí mandé que lo replantaran delante de la ventana de mi habitación. A horas tempranas, el tejado de la casa deja la mitad de la copa en sombras, pero el sol se encarga de incendiar la otra mitad y el tronco, que brilla caoba como tu pelo un buen día de verano.

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‘Spring Breakers’, ¡mirad mis mierdas!

Un vagabundo cuyo cuerpo termina debajo del ombligo avanzando sobre una tabla de skate pidiendo limosna en un metro abarrotado. Las lenguas de un adolescente y una niña -que probablemente ni tiene la regla- retorciéndose y peleando por entrar en la boca contraria durante 5 minutos en un primer plano. Un chavalito con sida violando a una conocida demasiado ida y borracha después de una noche de fiesta. Otro chavalito comiéndole el coño a la madre de su novia de trece años justo antes de bajar a comer en familia. Un pelirrojo disparándose en la cabeza con una sonrisa en la boca en medio de un parque lleno de críos. Un señor que vende el cuerpo de su hija subnormal a los yonquis del barrio.

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‘Beasts of the Southern Wild’, se lo llevó la tormenta y el tiempo

Si me apuntaran al escroto con un puntero láser y me amenazaran con soltar un gato con muy mala hostia y peor pedicura si no defino Beasts of the Southern Wild con un solo adjetivo, positivo o negativo, estoy casi seguro de que perdería los huevos. El gato arañando la suave, lampiña y morena piel que cubre mis testículos, abriendo mis carnes, y yo no sabría qué decir. Me gusta fantasear con la escena sustituyéndome por Benh Zeitlin, yo mismo personificando al gato y la linda Quvenzhané Wallis sosteniendo el puntero con gesto triste, anhelante, deseando oír de boca de su director ese adjetivo que dé sentido a la ristra de paulocoelhismos que dice su personaje.

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‘Killer Joe’, ídolo de bosta

En un momento de la película, Dotty recita la siguiente oración:

Into time and forever, from now on, no more adventures, time-outs or king’s exes. Everlasting one more time than you can say, into infinity and outer space. Amen.

El significado y origen de estas expresiones importa poco, lo que cabe destacar es el momento en que se rememoran: Dotty y su hermano caminan por la vía de un tren. Ella se aferra a uno de los pocos buenos recuerdos que tiene, en los que su hermano Chris la entretenía por las noches con sombras chinescas. Mientras la escucha divagar, él planea una huida desesperada a sudamérica porque teme por su vida. Y su temor es lícito. Cuando se endeudó con uno de los traficantes más chungos de Texas no se le ocurrió otra cosa que contratar a un sicario para cargarse a su madre y cobrar su seguro de vida.  Y por supuesto nada sale como se espera en un primer momento.

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‘Life of Pi’, el loto escondido en el bosque

‘Mi historia hará que creas en Dios’, le dice Ang Lee al espectador muy al principio en película. ‘A ver si tienes huevos’, pienso yo, que como el padre de Pi, atiendo bastante más a razones que a fábulas. Y no está mal tener creencias religiosas. De hecho me parece hasta chachi, por lo de que algunos encuentran alivio y esperanza y esas mierdas de autoayuda. No me va lo metafísico, ¿me entiende?  Pero lo de el chaval indio que protagoniza este cuento va más allá de la fe: es cristiano, musulmán e hindú. ¿Cómo puede tener semejantes inquietudes un guacho de tan corta edad? Pues porque de pequeño leyó un cómic en el que aparecía Krishna –¿era Krishna? ¿Acaso importa?– mostrando el Universo entero dentro de su boca. Y yo estoy convencido de que esa imagen le jodió la cabeza para siempre. Y bueno, también influye el hecho de que Pi sea inteligente, bondadoso, imaginativo y tenga un padre  que intenta continuamente devolverle a tierra firme, consiguiendo así que Pi vuele aún más alto.

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‘Detachment’, la puta y el castrado

Las películas sobre la época escolar cuentan con ventaja a la hora de conectar con el público porque todos sabemos reconocer sus elementos, quien más quien menos. Todos hemos estado ahí. Todos hemos tenido una etiqueta que nos clasificara en el micro-ecosistema que es un aula: el Gordo, el Gracioso, el Apestado, el Empollón, la Granos, la Puta, el Guapo, el Cabrón. Hasta el Desapercibido, ese que aparentemente no tiene papel porque no tiene cualidades que destaquen y por lo tanto no encaja en ningún grupo. Él es su propio grupo.

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