‘BLADE RUNNER 2049’, MIS MUJERES ME GUSTAN COMO MI ORDENADOR

Hay una escena en la película en la que K camina solo, destrozado física y ‘mentalmente’, y pasa por delante de un anuncio holográfico gigante de Joi, la sirviente virtual.

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La escena —una vez conseguimos cerrar la mandíbula y desconectar del flipe visual unos segundos—, se nota forzada, sobrante, metida con calzador. No era necesaria. Lo que explica ese momento es redundante porque ya sabemos cómo se siente K, ya sabemos qué funciones tiene Joi y la relación que une ambos personajes. ¿Entonces? Ah. Ana de Armas sale desnuda.

Tal como yo lo interpreto, solo faltaba que Villeneuve asomara por una esquina de la pantalla y gritara ‘¡pero hombre! ¿Pensabas que iba a terminar la película y no iba a sacar a Ana de Armas desnuda? ¿Acaso me tomas por una vulgar feminazi? Toma, anda: mira qué pezones, espera, que se da la vuelta. ¿Has visto qué culo pinturero?’

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Esto, cuando ya has presentado al personaje como ama de casa virtual, esclava al servicio de las necesidades emocionales de otro, pues como que sobra. Sobre todo cuando el resto de personajes femeninos con algo de peso en el argumento son prostitutas, sirvientas o están enjauladas.

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El tratamiento de la mujer en Blade Runner 2049 —y también en la primera— es tan abiertamente misógino que uno llega a pensar que es buscado. Como si usaran ese relato para mostrar que, en el futuro, el género femenino es tratado como mercancia. Una característica más de la distopía, como la tecnología holográfica, los Nexus o la contaminación radioactiva. Aunque así fuera, me parecería una idea profundamente torpe, insultante y muy falta de imaginación. Sobretodo teniendo en cuenta que si K fuera mujer, habríamos visto exactamente la misma película.

 

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